El tren se puso en marcha, cuando advertí, que alguien había
dejado olvidado un libro en el vagón. No pude resistirme a ojearlo y en el
frontispicio pude leer una nota que indicaba que se trataba de un libro viajero,
el cual, me invitaba a dejarlo, en el mismo asiento donde lo encontré, una vez
lo hubiera leído.
El libro era de cuentos y relatos, ameno y ligero, pero el
trayecto que debía recorrer era corto y sabía que no me daría tiempo a
terminarlo. Por ello llegué a plantearme el quedármelo para mí.
Pero antes, me permití abrirlo durante un instante y me
perdí entre sus líneas, mientras el sonido y el movimiento del tren me mecían
levemente acompañando a aquellas letras.
Sólo así comprendí que no podía negar a nadie la oportunidad de sentir
aquel maravilloso instante. Por eso,
cuando llegué a mi estación, volví a dejar aquel “pequeño universo”, en el
mismo asiento que lo encontré.
No tardaré en regresar, sólo espero que cuando lo haga, siga
estando aquí.
Delma T. Martín
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