Me gusta ir al campo y sentarme bajo la sombra de un árbol, dejándome acariciar por la brisa.
Adoro oír cantar a las aves y observarlas jugar entre las ramas con sus iguales. Y me pregunto si eso es libertad: Poder volar libremente, dejarte llevar por el viento, viajar a cualquier parte del mundo, sin horarios, sin dar explicaciones, sólo tú y tus pensamientos.
Siento Paz.
Cierro los ojos y dejándome llevar por el sonido de la Naturaleza, me relajo hasta quedarme dormido.
Cuando despierto, el sol ya ha abandonado el cielo y una oscuridad absoluta llena mis sentidos de temor.
Los alegres trinos han desaparecido y en su lugar oigo ruidos que no reconozco y me estremezco de miedo, pues temo que aquello que desconozco, de alguna manera me dañe.
Pero me sobrepongo a mis miedos e intento sacar algo bueno de la situación y poco a poco descubro un mundo nocturno que me maravilla.
Un búho ulula escondido entre las ramas en las que momentos antes jugaban las pequeñas aves.
Junto a mí corretea un minúsculo ratoncito. El búho, que lo descubre, despliega sus alas y se lanza hacia el pequeño animal que consigue escapar por los pelos. Y yo lo observo mientras desaparece, batiendo sus alas, hasta perderse en la inmensidad de la noche, llevándose mis temores con él.
Es hora de regresar a casa pero vuelvo más liviano pues gran parte de mi carga la dejo aquí. A cambio me llevo la satisfacción de sentirme parte de un maravilloso mundo lleno de vida.
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