Había una
vez, en un lejano pueblo, una pequeña vaca tan delgada, tan delgada, que ni
leche era capaz de dar.
Sus
dueños desesperados, no sabían qué hacer para conseguir que el animal
engordara. Le buscaban la mejor hierba de la zona para que pastara, el mejor y
más caro pienso, incluso le ponían todas las medicinas que el veterinario le
recetaba; pero la “vaca flaca” no engordaba ni un gramo.
Un
día, decidieron venderla, pues aquel animal no servía para nada, era feo e
inútil y era mucho el dinero que les estaba costando. Pero… ¿quién iba a querer
a un animal así?
Tras
mucho buscar, al fin encontraron a un hombre, que no entendía de vacas y se la
vendieron. Le dijeron que era uno de los mejores animales de la granja y le
sacaron una gran suma de dinero por ella.
Los
antiguos dueños se fueron riendo de allí, pues le habían tomado el pelo al
pobre granjero; pero este no se sintió engañado, pues realmente creía que había
comprado el mejor ejemplar de toda la granja.
Es
cierto que no daba leche, y que estaba quizá demasiado delgada, pero era la
mejor compañía que un campesino podía tener.
La
cepillaba todos los días y la llevaba a pasear al campo, le hablaba y la
mimaba. Un día decidió buscarle una pareja a su querida “vaca flaca” y le trajo
un hermoso toro de pelo brillante.
No
pasó mucho tiempo hasta que la vaca tuvo un precioso ternerito. El pequeño
crecía feliz junto a su madre, pero a diferencia de ésta, cada día se hacía más
fuerte y grande y pronto se convirtió en una vaca preciosa que no sólo daba la
mejor leche de la comarca, sino que se convirtió en la ganadora de todos los
concursos de vacas que se hacían allí.
Todo
el mundo quería comprar a las vacas, tanto a su madre “la vaca flaca”, como a
su hija; pero el orgulloso y feliz granjero no quería vendérselas a nadie y no
porque estuviera ganando mucho dinero con ellas, sino porque aquellas vacas se
habían convertido en su familia, y por nada del mundo se las daría a nadie.
La
“vaca flaca” tuvo varias crías más y todas fueron grandes y famosas.
Con
el tiempo, aquella pequeña vaca flaca, comenzó a engordar y se puso hermosa y
grande, su pelo brillaba con los rayos del sol y todos envidiaban al campesino.
Especialmente, los antiguos dueños, que quisieron engañar al granjero y que
ahora estaban celosos y arrepentidos.
La
vaca flaca, vivió feliz con todos sus hijos y con su mejor amigo el granjero y
nunca más volvió a adelgazar.
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