Escondida tras la hierba, observaba curiosa a un pequeño
saltamontes que descansaba sobre una rama.
Con su rizado y sedoso pelo brillando bajo los rayos del sol,
su naricilla respingona y aquellos ojos despiertos y curiosos; esperaba
paciente a que el saltamontes se moviera. Pero la corta edad es gran enemiga de
dicha paciencia y pronto acercó su pequeño y regordete dedo hacia el insecto
para animarlo a volver a saltar.
El saltamontes, al sentir que algo grande se le acercaba por
detrás, dobló sus diminutas patas traseras e impulsándose con fuerza, se elevó
hacia el radiante cielo escapando de aquella enorme mano que lo acosaba, con
la mala fortuna de caer directamente en las garras de un gorrión que lo cazó
al vuelo.
La pequeña al percatarse de lo sucedido, comenzó a llorar con
falso desconsuelo. Lágrimas de cocodrilo que escapaban de sus ojos mientras con
la mirada buscaba a alguien que la confortara, cuando de repente, una mariposa
de alegres colores se posó frente a ella.
Al verla dejó de llorar y despacio se escondió tras la hierba
para observar curiosa a una pequeña mariposa que descansaba sobre una rama.
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