Despertó cuando los primeros rayos de sol rozaron su piel.
Se sentía fresca y descansada. La noche había transcurrido apacible y los buenos sueños la habían acompañado.
Abrió las ventanas y observó el magnífico espectáculo que ante ella se mostraba.
Los árboles bañados de una capa nívea casi se perdían entre la blancura del resto del paisaje y un silencio esperanzador acompañaba a la visión.
Solo las risas de algunos niños junto al colorido de sus abrigos, rompían levemente lo que podría haber sido el retrato perfecto de un artista.
Pero no le importó y cogiendo una taza de café recién hecho y una suave manta, se acurrucó junto a la ventana y dejándose acariciar por la brisa helada, comenzó a escribir sobre el amor, sobre una ventana abierta, un paisaje nevado y un nuevo comienzo.
Delma T. Martín
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