Al final del arcoíris se encuentra un tesoro, le dijo el
gnomo de sus sueños.
Y esperó con paciencia el día en que el sol y la lluvia se
fundieran en uno, convencida de la veracidad de aquellas palabras que le habían
susurrado junto a su oído.
Y al fin ocurrió.
Rauda se dirigió hacia él, lo
escaló, se alzó hasta la cima y llegó al final donde no había ningún tesoro,
solo ella.
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