Como
una bolita de pelo, así llegaste a mí.
Sucia,
hambrienta, abandonada. Acudiste a la llamada de una mano pequeña, regordeta y
de deditos cortos; acudiste buscando cariño, consuelo y comida. Y en ese momento
surgió el amor. Un amor que nunca desaparecería, irrompible, incondicional. Un
amor surgido entre una niña de dos años y una gata de dos meses.
Así
llegaste a mí, persiguiendo a mi hija. Tan pequeña, tan indefensa, tan bonita…
Entraste
en casa sin miedo, como si hubieras pertenecido a este lugar desde siempre,
como si no existiera más mundo que este. Y te quedaste para siempre.
Así
llegaste a mí. Y desde aquel momento te convertiste en nuestro consuelo,
nuestro apoyo, en nuestra familia.
Pasaron
los días, los meses, los años, y ahí estabas tú, junto a nosotros, aguantando
nuestros juegos y bromas, regalándonos tus caricias y demostrándonos tu amor.
Así
llegaste a mí, llenando un espacio que creí inexistente hasta que te conocí.
Y
ahora te has ido.
Y
nos dejas aquí, sin saber qué hacer, con un vacío tan grande que temo ahogarme
en él. Perdidos.
Y
río al recordarte, y lloro por extrañarte.
Ya
no tengo tus caricias, ni escucho tus maullidos. Ya no puedo sentir tu
suavidad, ni puedo abrazarte. Ya solo me queda el recuerdo. Tu recuerdo.
Un
recuerdo que atesoraré en mi corazón el resto de mi vida, hasta que un día
volvamos a encontrarnos.
Porque
te quise, porque te quiero, porque así llegaste a mí.
(En memoria de Lala)
Comentarios
Publicar un comentario